Ser comerciante... ¡eso si que es vida!, escribio en una de sus aguafuertes el escritor argentino Roberto Arlt. Pero, mas alla de la complacencia de este gran autor y de su humor desfachatado, las cosas no siempre son como parecen.
¿Porque? Porque el comerciante es una persona que logra ser independiente pero, al mismo tiempo, es presa, todo el tiempo, de miles de invisibles presiones que, a diferencia de los empleados a sueldo, no lo dejan descandar nunca: ni sabados, ni domingos, ni feriados.
Porque debe saber como renovar su stock, debe saber donde comprar, debe saber como atraer su clientela, debe saber como mantenerla, debe controlar a sus empleados, debe liquidar sus ganancias, debe ver si le conviene seguir en el local que tiene, o mudarse, o achicarse... la vida de un comerciante, en definitiva, es dificil, y, sin dudas, no tiene nada de cuentos de hadas.
Entre los mejores registros sobre la vida de un comerciante, sus penas, alegrias y pesares no hay nada mejor que el cuento del premio Cervantes 1990, Adolfo Bioy Casares, "Cavar un foso". En el cuento, dos jovenes compran un hotel y, al ver que el negocio no funciona como debiera,terminan cometiendo una gran desgracia que los persigue como los viejos fantasmas de Shakespeare hasta el desenlace final, mejor dicho: hasta el sorpresivo desenlace final.
La vision de Bioy parece señalar no solo que el crimen no paga sino que siempre debe optarse por el buen camino pero es obvio que un cuento siempre debe contar con una sorpresa final, una parabola para el lector y un ritmo que vaya increcendo pagina a pagina.
En la vida real, sin embargo, un problema como ese podria haberse solucionado de otra manera porque, mas alla de la imaginacion pavorosa de Bioy existe una empresa llamada Hostel Pime cuyo trabajo es ser una de las mejores asesorias turisticas de toda España.
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